Entiendo el Arte como algo gratuito en su concepción, no en su comercialización.
Para sostener esta idea me bastan experiencias como la que tuve ayer jueves, sentado a prudente distancia de un niño al que acabé observando mientras pretendía que mi mente se centrara en ideas más acuciantes. Poco a poco el infante acabó captando mi atención. Pensé en cómo su verborrea dará paso a la palabra, sus garabatos a pinceladas y sus amontonamientos a construcciones. Con su Arte presente ya logra comunicarse con su entorno y hace que un adulto se olvide del qué dirán y se una a sus juegos, en los que mimetiza sus balbuceos.
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